Uno de los modos de acercarse a lo que el Hotel Alhambra Palace significa para Granada es el recuerdo. Los recuerdos son los que, transmitidos generación tras generación, llevados o no a la letra impresa o a la imagen, nutren y dan sentido al presente, Son la materia, inconsciente casi siempre, de la fábula, aunque en ellos se sustenta la verdadera historia. ¿Y qué hotel puede hacer gala de más de un siglo de historia? ¿Qué hotel, dentro y fuera de nuestra ciudad, cuenta con más motivos para dar pábulo a la imaginación y a la fábula? Todavía los espíritus de grandes personajes que lo habitaron rondan por sus estancias. Poder asomarse a la terraza y conversar con reyes, reinas, príncipes, jefes de gobierno; escuchar en silencio las palabras de los premios Nobel Severo Ochoa o Fishlerder; poder hablar de colores y celajes con Sorolla mientras el sol declina tras la sierra de Alhama; conversar en el teatrillo con García Lorca, Jean Cocteau, Alberti, Vargas Llosa; conocer versiones o proyectos musicales por boca de Manuel de Falla o de Ángel Barrios o de Rostropovich; tomar el té con Lawrence Olivier, Greer Garson o James Stewart; convivir con célebres cantantes, actores y actrices, toreros , deportistas… o bien, simplemente, disfrutar de sus suntuosas suites, salones y terrazas con insuperables vistas, junto al bosque.
Cuando los atardeceres granadinos se suben a la terraza, el aire es de oro. Una luz que no existe dora tejados, fuentes, iglesias, cúpulas de la ciudad extendida a nuestros pies. Se aleja correteando y refulgente el río Genil, y los sonidos –voces, alguna música lejana, perdidas palabras– ascienden amortiguados por una celestial sordina y son también de oro. ¡Ah, los granadinos –que dicen que dijo García Lorca– bebedores de crepúsculos!
Al hablar del patrimonio cultural de una ciudad, muy raramente se menciona un hotel. Sin embargo, esta forma de hospitalidad para con el viajero o visitante, imprescindible en cualquier circunstancia, pocas veces tiene el merecido realce. Salvo excepción, sólo se menciona de paso; quizás porque se da por sobreentendido; siendo, a veces, protagonista en la narración o el suceso. Ya María y José no pudieron encontrar hotel –posada entonces– y hubieron de refugiarse en el portal de Belén. Y qué decir de la edad media, de las ventas que jalonan el Quijote o, en el romanticismo, los que aparecen en la extensa literatura de viajes (Fernández de Moratín, Victor Hugo, Edmundo de Amicis, Theóphile Gautier…). De ahí que en la actualidad existan hoteles que, superando su adaptación a los adelantos de la técnica, al confort y a las costumbres, conserven ese halo, ese sabor que distingue a un buen vino de reserva. Más aún, que son puntos obligados de referencia en algunas ciudades: Hotel Negresco en Niza, Hotel Raffles en Singapur, Hotel Alfonso XIII en Sevilla, Hotel Alhambra Palace en Granada…
Otro modo de acercarse a lo que el Hotel Alhambra Palace es para nuestra ciudad sería a través del paisaje; esta vez desde fuera. A vuelo de pájaro, aunque como los tiempos avanzan, o sea, avanzamos nosotros, que el tiempo está en sus cosas y le trae sin cuidado que avancemos o no; a vuelo de pájaro, digo, que con esto de la llegada del futuro ahora no sería de pájaro sino de «drone»; a vuelo de «drone», la Granada antigua –Ilíberis, Garnatah– se ve desde el aire como una poderosa armada, henchidas las velas y viento en popa, avanzando sobre el manso oleaje de la vega del Genil. Las imponentes naos que encabezan dicha flota son la iglesia de San Cristóbal (colina popularmente llamada «el Tambor») en el flanco derecho; al centro, el Albaicín, con la iglesia de San Miguel Bajo en punta y la Alhambra, con la Torre de la Vela como nao capitana; y en el flanco izquierdo, la colina de Los Mártires. Pues bien: entre tan impresionante despliegue de fuerzas, aliada la morisma con las huestes cristianas, no haría falta catalejo para distinguir al Hotel Alhambra Palace, como mascarón de proa de la galera que encabeza este último flanco, avanzando sobre la vega, sobre todo este derroche de serena belleza, a la sombra de los picos de Sierra Nevada que, nevados o no, se mantienen al margen de historias más o menos sugestivas o líricas, sabiéndose ellos mismos objeto también de parecidos lances literarios. La nieve enseñoreándose de las cumbres y el verdadero mar, todavía invisible, queriéndose asomar por el horizonte.
Resumiré diciendo que de todos los modos de acercarnos, por cualquier procedimiento, mental o sensitivo, al hecho de la existencia de este hotel y sus felices circunstancias topográficas y temporales, el modo más certero de insertarlo en el espíritu y en la fisonomía de Granada es considerarlo como lo que es: una esplendorosa realidad que parte de un pasado glorioso y enfrenta el futuro ilusionada. Es el heraldo de la ciudad de Granada que, con la Alhambra como carta de presentación, pregona sus tesoros por el mundo y, a un tiempo, ofrece posada al peregrino que se acerque a sus murallas, torres miradores y campanarios.
Rafael Guillén
Premio Nacional de Literatura
Premio Internacional García Lorca
Contenido y autores:
– Presentación.
Rafael Guillén. Premio Nacional de Literatura. Premio Internacional García Lorca
– Introducción.
Ignacio Durán Caffarena. Director de Ventas & Marketing Hotel Alhambra Palace
– Biografía del Duque de San Pedro de Galatino.
Manuel Titos. Catedrático de Historia Contemporánea.
– Una visión Artística del Hotel.
Mª Teresa Hontoria. Doctora en Historia del Arte. Intérprete del Patrimonio.
– Un Hotel con el Corazón de Candilejas. Historia del Teatro del Hotel Alhambra Palace. Andrés Molinari. Catedrático, historiador y crítico teatral
– La Historia del hotel a través de sus postales.
Carlos Pascual. Cartófilo y fotógrafo
– Libro de oro. Archivos del Hotel Alhambra Palace
– Catálogo fotográfico. Fotos de Roberto Lara
– Epílogo.
Marianella Bertini Méndez. Directora del Hotel Alhambra Palace.
Deja una respuesta